Día 4: Shahrisabz, cuna de Tamerlán
Shakhrisabz puede verse en un día. Y desafortunadamente no hay ni mashruktas ni autobuses que lleguen a este destino desde Samarcanda, por lo que toca negociar taxis compartidos (tanto para la ida como para la vuelta). Sabemos que algunos turistas negocian para quedarse con el mismo taxista todo el día y solo para ellos, pero pensamos que esto, además de ser más costoso, le quita un poco el chiste de andar compartiendo el taxi y el tiempo con gente local.
Los taxis compartidos desde Samarcanda salen de una pequeña calle que está justo en frente de la plaza del Registán. Ojo, estos taxis compartidos tampoco llegan hasta Shakhrisabz. Llegan a una pequeña localidad llamada Kitab, que se encuentra todavía a unos 10 kilómetros. De ahí, deberás tomar una mashrukta o negociarlo bien con el taxista. Desde Samarcanda, considera todo el trayecto como unas dos horas y media, y debería costar como unos 3 o 4 euros por persona.
Shakhrisabz resulta menos imponente que las demás ciudades. Si se viaja con poco tiempo se puede saltar sin problema. Pero si se dispone de tiempo, entonces no está de más visitarla, ya que guarda ciertos monumentos como el palacio de verano de Tamerlán, caravansais (especie de almacenes para los mercaderes de la Ruta de la Seda), y algunas mezquitas y mausoleos.
Shahrisabz es la ciudad donde nació el gran conquistador Tamerlán en 1336. Este líder dudó entre las ciudades de Samarcanda y Shahrisabz para ver cuál sería la capital de su imperio, decantándose finalmente por la primera. No obstante, Shahrisabz siempre tuvo un lugar especial en la mente del conquistador, quien solía decir que si Samarcanda era el trono, Shahrisabz era el escalón para llegar a él, y luego estaba todo lo demás.
El palacio de verano de Tamerlán, el Ak-Saray, se encuentra en el centro de la ciudad. Actualmente solo se encuentra en pie lo que era la antigua entrada al palacio, pero al juzgar por su tamaño (40 m de altura), uno puede imaginarse con facilidad, o dificultad, el tamaño del resto del edificio.
El palacio fue comenzado a construir en 1379 por órdenes de Tamerlán.
Ya que habíamos visto el palacio de Tamerlán decidimos seguir culturizándonos un poco y visitar su museo, que se encuentra a unos cuantos metros de este sitio. La entrada al museo cuesta 1 euro, y si se te hace barato, créenos que es totalmente caro para lo que uno se encuentra adentro del recinto. Si afuera hacía calor, adentro aún más, ya que el aire acondicionado no funcionaba y no había siquiera aire circulando. Adentro tienen unos cuantos artefactos relacionados con Tamerlán y su imperio, y una que otra cosa budista, aunque las descripciones de las cosas son bastante escuetas (cuando las hay).
En todo nuestro recorrido veníamos siendo seguidos por una chica del museo, que lo único que sabía decirnos en inglés era “Timur (Tamerlán)” mientras nos señalaba algún objeto. De ahí no pasaba. Bueno, sí, al final nos dijo otra palabra en inglés mientras esta vez se señalaba a sí misma: “Money (dinero)”. Así es... quería propina.
Después de este pequeño fiasco que nos llevamos, pero que nos permitió escribir estas líneas, decidimos ir a por algo de comer. Comimos en un restaurante que está casi en frente del museo que se llama Aquarium. Es un restaurante de dos plantas y desde arriba tiene vistas hasta el Ak-Saray. Es un buen restaurante con buenos precios. Recomendado, y se encuentra en la calle Ipak Yoli.
Ya con la batería cargada seguimos recorriendo esta calle y es interesante puesto que pasas por un bazar, por antiguos caravansais, y además tiene mucha vidilla. Aunque nosotros íbamos caminando recto hacia lo que nos interesaba: la mezquita de Kok-Gumbaz y otros mausoleos que había ahí cerca.
La mezquita Kok-Gumbaz del S. XV fue construida por Ulug Beg y se encuentra dentro del complejo Dorut Tilovat.
Detrás de esta mezquita se encuentra el complejo Dor-Us Siyadat, que contiene alguna mezquita y lo que iba a ser la cripta donde Tamerlán quería ser enterrado. Como él murió repentinamente durante el invierno de 1405 en lo que es actualmente Kazajistán, resultó imposible traerse su cuerpo hasta este lugar a causa de la nieve en las montañas. Por lo tanto, se decidió enterrar en Gur-e-amir en Samarcanda.
Aquí terminó nuestro día en Shahrisabz y comenzaba el momento de preguntar por nuestro regreso. Cuando uno está cansado de tanto caminar, cargando con su mochila y cámara, este puede resultar un momento atemorizante, ya que uno solo comienza a imaginarse regatear, preguntar por mashruktas o taxis compartidos sin horarios que salen de paradas inexistentes, etc. y esto no fue distinto. Aunque afortunadamente fluyó mucho.
Desde la misma calle Ipak Yoli, se toman las mashruktas que van para Kitab, y la mashrukta hace parada donde salen todos los taxis compartidos con dirección a Samarcanda. Después de una negociación, en nuestro taxi veníamos el conductor, que era un chaval joven, una chica que venía vestida muy moderna y arreglada y su madre que venía un tanto más modesta. Todos veníamos callados. Era el momento ideal para ir viendo por la ventana y contemplar el paisaje, que en su mayoría eran praderas amarillas, a excepción de una cadena de montañas que están entre Samarcanda y Shahrisabz, aquellas que no permitieron el paso del cuerpo de Tamerlán en aquél invierno de 1405. Ahí es donde la carretera comienza a subir y retorcerse. Unas montañas tan altas y de piedra pura, que recuerdan a las que están en Afganistán (a unos cuantos kilómetros de aquí). Uno pasa por pequeñas aldeas y unas carreteras llenas de agujeros y totalmente solitarias por estos parajes tan desolados…de vez en cuando estas carreteras son utilizadas por algún lugareño con su carreta jalada por un burro, o por algún ciclista que, sorprendentemente, muchos de ellos son extranjeros y vienen aquí a hacer la Ruta de la Seda en bici.
En estos lugares tan inhóspitos se crean lazos interesantes entre la gente, aún entre desconocidos. Por eso, en un país tan árido y con zonas muy extensas y desoladas como Uzbekistán, cada vez que se pasa por un ojo de agua, todos los conductores se detendrán ahí, es el punto de encuentro; charlarán unos con otros, con sus pasajeros, reirán, se compartirán botellas de plástico vacías para rellenar, algún chiste más, y luego cada uno continuará con su camino. Así lo hicimos nosotros. Ya habíamos bebido agua, el sol se estaba metiendo, era momento de continuar nuestra ruta.