Día 16: Dougga, sintiendo el aire del campo en una increíble ciudad romana

Dougga es un yacimiento romano bastante bien conservado (7 TND + 1 TND para fotografías - 2,50 €). Parte del motivo de esto es que las ruinas romanas no se encuentran dentro de una ciudad (como El Kef o El Jem) o cercana a ésta; por tanto, los habitantes no desmontaron las antiguas piedras para construir sus nuevas casas o templos. Esto hace que hoy en día Dougga se encuentre muy aislada. Por una parte es un poco rollo, porque entonces lo hace más complicado para llegar, pero por otro, lo compensa con creces, porque entonces el yacimiento arqueológico se encuentra bastante bien conservado en un paraje más atractivo.

La manera de llegar es, desde El Kef, dirígete a la estación de louages. Ahí toma un louage que vaya a Túnez y pide bajarte en Nueva Dougga, que es un pequeño pueblo a 10 minutos de las ruinas en coche. Ya en Nueva Dougga me acerqué a cualquier vehículo y pregunté si me podían llevar a las ruinas. Por un precio que no recuerdo cual, un amable señor me llevó a las ruinas y me recogió en la hora convenida para llevarme de regreso a Nueva Dougga (en total estuve como 6 horas). De ahí, tocó esperar a que pasara otro louage con espacio disponible que fuera a la ciudad de Túnez, para terminar mi camino.

Ruinas de la antigua ciudad de Dougga

Otro motivo por el que Dougga está tan bien conservada es porque aunque no esté dentro de un poblado, sí que sus ruinas se han utilizado como viviendas durante siglos hasta hace poco, por lo que los pobladores mantenían las ruinas en pie ya que eran sus propias casas. Un ejemplo de esto es el templo Dar Lachhab (163-166 d.C.).

Templo de Dar Lacchab

Se desconoce a la deidad a la que estaba dedicada este templo. Incluso, ha habido mucho titubeo al momento de determinar qué era realmente este edificio. Primero se pensó que eran unos baños, luego un mercado de esclavos, y finalmente ya se ha confirmado que era un templo. Pero no se sabe a quién estaba consagrado. Y por lo mismo, hoy en día se le llama, oficialmente, el templo de Dar Lacchab, que era el apellido de la familia que habitó aquí hasta mediados del siglo XX, aunque hoy en día prácticamente solo queda el suelo.

Lo que sí es que esta familia tenía unas vistas espectaculares desde la puerta de su casa.

Vistas de la antigua Dougga desde Dar Lacchab

Aunque parece que hay algunos que todavía les gusta llamar a este sitio “hogar”

Esta ciudad es Patrimonio Mundial de la UNESCO, y ésta la define como: “la pequeña ciudad romana mejor conservada de todo el Norte de África”.

No obstante, siempre se dice “romana”, “romana”, pero ya existía aquí otra ciudad desde tiempo atrás. Se han encontrado unos dólmenes que datan del 2000 a.C. O por ejemplo todavía se puede observar el increíble mausoleo del siglo II a.C., construido por los fenicios.

Este mausoleo tiene 21 m. de altura

El mausoleo fue construido para Atebán, el príncipe del reino de Numidia.

Numidia fue un reino bereber-fenicio. Y Dougga se encontraba en la “frontera” entre el reino de Numidia y el de Cartago. Cuando las guerras púnicas, Dougga se alía con los romanos, y por eso los romanos respetan esta ciudad y no la destruyen.

Cuando apenas llegan los romanos a Dougga, se crea una burocracia difícil de entender. Los habitantes originales numidios eran gobernados por un sistema judicial fenicio; mientras que los romanos eran administrados por el sistema romano desde Cartago (romana). En el 205 d.C. el emperador romano Séptimo Severus fue quien unificó la administración, y Dougga pasaría a ser romana 100%.

Quedan los restos de un arco del triunfo que mandó construir Séptimo Severus para conmemorar este momento.

Uno de los monumentos más impresionantes del lugar es el teatro romano, que tenía cabida para 3.500 expectadores (cuando la población de toda Dougga era entre 5.000 y 10.000 personas).

El teatro fue inaugurado en 168 d.C.

Según inscripciones en latín hayadas en el teatro, durante la inauguración primero se dedicó el teatro a un dios, luego hubieron juegos escénicos, entrega de regalos, un banquete, y repartición de aceite para el baño.

Recreación de cómo debió haberse visto el teatro romano

A un lado se encuentra el templo a Saturno, ubicado con un dramático fondo y construido en el 195 d.C.

Templo a Saturno

Al ir avanzando un poco más se llega al antiguo foro romano.

En el foro podemos encontrar un templo a Mercurio y la plaza Rosa del Viento, ambos construidos entre los años 180 y 192 d.C.

Restos de la plaza Rosa del Viento

Recreación de cómo debió haberse visto la plaza Rosa del Viento

Al dios Mercurio se le tiene como un gran viajero por todo el universo. Por eso al lado de su templo estaba el mercado de la ciudad, simbolizando el viaje que todos los productos de las 4 esquinas del mundo tenían que hacer hasta este mercado.

Este mercado fue construido en el año 54 d.C., lo que lo convierte en uno de los mercados más antiguos de la África romana. En los costados había 10 puestos en cada lado, y en el ábside al fondo del mismo, estaba la estatua de Mercurio. Aquí se vendían productos relativamente caros como: pescado, carne, y comida preparada.

Lo que queda del mercado, y al fondo debería de encontrarse la estatua de Mercurio

Después, llegamos a la parte central del foro: el capitolio. Fue construido en el 166 d.C. por el mismo donante del teatro, Lucius Mracius y su hijo.

Este templo corintio fue dedicado a la triada capitalina de Júpiter, Juno y Minerva. Las estatuas de estos dioses estaban en los 3 nichos que se aprecian en la foto de al lado.

Como se recordará, es la misma triada de Sbeitla. Pero lo normal era que se pusieran los 3 dioses bajo un mismo techo; no como en Sbeitla, que es ese original “tres templos en uno”.

Recreación de cómo se habría visto el mercado

En el frontón todavía se aprecia el apoteosis del emperador Antonino, donde se muestra secuestrado por un águila, simbolizando la deificación del emperador después de su muerte.

En el 533 los bizantinos fortificaron el foro para protegerse de ataques, especialmente de los vándalos.

Restos de muralla en el foro romano

Finalmente al lado del Capitolio se encuentra el Foro, lugar donde discurría la vida pública de Dougga.

Restos del foro romano

Recreación de cómo debió haberse visto el foro

El foro fue la primera construcción de los romanos en esta ciudad. Es del año 48 d.C. y su primera edificación fue un templo dedicado a Tiberius. No obstante, en este mismo año un gran incendió acabó con todas las estructuras de maderas y estatuas, por lo que en el 54 d.C. el foro se volvió a reconstruir.

En esta área se encuentra el pequeño templo de Pieta Augusta del siglo II d.C.

Si siguiéramos por nuestro camino, cruzaríamos por el Arco de Alejandro Severus (222 d.C.) para dejar atrás la ciudad romana.

Y ahí afuera, justo en la salida de la urbe, se encuentra el templo de Calestis, edificado en el 222 d.C. y dedicado a Juno Calestis.

Lo bueno que tiene Dougga (entre muchas cosas) es que puedes recorrer la ciudad romana libremente, pasear por sus calzadas y meterte entre las casas, por lo que encuentras algún relieve aquí y algún mosaico allá.

La Casa del Trifolium es la que se piensa fue la más grande de toda Dougga. La casa fue construida en el siglo III d.C. y constaba de 2 plantas, así como un patio central con un pórtico sostenido por una columnata.

Patio central de la Casa del Trifolium

Recreación de cómo debió haberse visto la Casa del Trifolium

A un lado de esta casa se encuentran los Baños y Letrinas de los Cíclopes, llamados así por un mosaico de 3 cíclopes con Vulcano. Este edificio contenía todos los espacios habituales de unos baños romanos: habitaciones calientes, frías y templadas. Lo que más se puede apreciar hoy en día son las letrinas.

Letrinas y restos de mosaicos

Recreación de cómo debieron haberse visto los Baños y Letrinas de los Cíclopes

Mosaicos en los Baños de los Cíclopes

Dougga también cuenta con las impresionantes Termas Antonino, construidas entre 211 y 217 d.C.

Restos de las Termas Antonino

Recreación de cómo debieron haberse visto las Termas de Antonino

Hasta aquí había llegado mi recorrido por Dougga, y por tanto del viaje. Aquél conductor que había conocido unas horas antes llegó puntual y me acercó a la Nueva Dougga, y de ahí conseguí un louage rumbo a Túnez.

Mientras iba por la carretera mirando los campos y los olivos, venía pensando en cómo el país me había sorprendido muy gratamente, ya que superó mis expectativas con creces. Un país geográficamente muy pequeño, pero que me permitió traer conmigo unos recuerdos y vivencias bastante cromáticos, llenos de un contraste de color como un collage; desde el azul del mar mediterráneo, hasta el marrón claro de las fortalezas en las costas; desde el verde de los palmerales del oasis de Tozeur, hasta el casi blanco de las arenas del desierto a sus puertas; desde el cielo moradizo al atardecer en Tatoani, hasta el color cobrizo del anfiteatro de El Jem. Y por supuesto, los miles de colores de las puertas de Túnez.

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Día 15: El Kef… o La Roca