Día 3: de vuelta a las estepas

Estábamos en la estación de trenes de Almaty-II. Es una estación bastante moderna por dentro aunque desgraciadamente un poco caótica. Toda la información que anunciaba los destinos estaban escritos en cirílico, y aunque con el tiempo uno aprende a más o menos leer este alfabeto, no veíamos nuestro siguiente destino por ninguna parte: Turkestán.

La hora para tomar el tren se aproximaba, y nosotros sin tener claro a qué andén dirigirnos. La estación estaba llena de gente. Antes de poder dirigirte hacia los andenes, uno tiene que cruzar seguridad (un arco de rayos X con un guardia). No sabíamos bien qué hacer, por lo que me acerqué a uno de los guardias y le pregunté: “Do you speak English (¿habla inglés?)?”, a lo que él me contestó: “Yes”. Me sentí aliviado y tranquilo. Le comenté que íbamos a Turkestán, mientras él me dijo otro “yes” a la vez que me miraba a los ojos. Le pregunté: “From which platform does the train leave (¿de qué anden sale el tren?)?” A lo que él me contesto...”Yes”... Ahí fue donde comprendí que el guardia no me estaba entendiendo nada y que simplemente decía “yes” a todo lo que yo decía.

En eso, llegó una empleada de la estación, y con algo de inglés me preguntó que a dónde iba. Le expliqué nuestra situación y me dijo que la esperáramos ahí por un momento. La señora se fue y jamás volvió. Finalmente, después de un largo rato, regresó con un sobre en la mano. Llegó, cogió mi brazo, y puso el sobre en mi mano. Yo no tenía ni idea de qué estaba pasando. Y la señora simplemente se volvió a ir. Volteé a ver a María y los dos sin saber qué hacer la seguimos.

Bajamos unas escaleras y entramos en una oficina. María y yo nos quedamos en la puerta esperando, y yo tontamente con el sobre en la mano. No tenía ni idea de qué contenía. Pensaba en dejarlo ahí e irnos. En eso, volvió a salir la señora y nos dijo que la siguiéramos (como si necesitara decírnoslo para que lo hiciéramos). Pasamos por un pequeño pasillo subterráneo evitando seguridad, y salimos por los andenes. Ahí, finalmente ella nos llevó hasta nuestro andén donde ya estaba el tren esperando.

Un empleado del tren me pidió los boletos y pasaportes. La señora me quitó el sobre de la mano y desapareció.

¿Qué contenía ese sobre? ¿Por qué la señora quería que lo llevara? Supongo que será un misterio que jamás lograré averiguar.

El empleado nos mostró nuestro camerino. No lo podía creer, ¡nos habían vendido un boleto en primera clase! El billete nos costó como unos 4.000 Tenges (20 €) a cada uno y sería un trayecto largo (aproximadamente 15 horas).

Así que, nos acomodamos en nuestro camerino privado, cerramos la puerta, abrimos las cortinas de las ventanas, encendimos el aire acondicionado, y a disfrutar del paisaje que Kazajistán tenía para nosotros: estepas, alguna yurta a lo lejos, y estaciones de trenes con más o menos gente, y con algunas locomotoras detenidas con la estrella roja.

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