Día 8: de Bukhara a Khiva, 9 horas circulando por la carretera del infierno

Durante nuestro viaje por Bukhara conocimos a una pareja de vascos que, así como nosotros, su siguiente escala sería Khiva. Al final, nos convencieron para irnos en un taxi con ellos. No amigos, lo siento, no era ni una mashrukta ni un taxi compartido…era un taxi. Punto. A secas. El taxi lo tomamos a un costado del estanque Laby- Hauz, en Bukhara, y nos costó aproximadamente unos 90 dólares entre las 4 personas que éramos.

La distancia que separa Bukhara de Khiva es de tan solo 450 km, pero al menos cuando nosotros estuvimos ahí se tardaba alrededor de 9 horas en cruzarla. El motivo del tiempo que toma es porque la carretera estaba sin acabar y así se había quedado. Según la historia que nos contó el taxista los chinos estaban construyendo esa carretera pero iban con mucho retraso. Un día el presidente de Uzbekistán fue a visitar las obras, y al ver el retraso que llevaban, se molestó tanto que su reacción fue tumbar de un golpe al jefe de las obras. Los chinos, indignados, decidieron retirarse y dejar la carretera inacabada.

¿El motivo por el estado de la carretera fue un puñetazo?

Aunque la foto sale sin coches, creednos que venía llena de taxis, autobuses, camiones viejos, y una que otra 4x4 con matrícula europea. La carretera era tan mala que a momentos no se sabía si se conducía del lado derecho o izquierdo, cada conductor simplemente iba por donde hubiera menos hoyos, o mejor dicho, por donde no fueran tan profundos.

En vez de gasolina, nuestro taxi funcionaba con gas (la mayoría de coches en Uzbekistán son propulsados por gas y no gasolina, van con la bombona detrás del coche. Incluso, cuando entras a una gasolinera, todos los ocupantes del vehículo, a excepción de la persona que pondrá gas, tienen que bajarse del mismo y esperar afuera. Esto es por si algo sale mal y explota el coche, mejor que muera nada más una persona y no todos…y esto es en serio) por lo que impedía que funcionara el aire acondicionado. Ante este panorama, y bajo un sol abrasador de una zona casi desértica, no quedaba de otra más que bajar las ventanillas y empanarse toda la cara con la tierra que entraba. Esto último se agravó cuando a nuestro conductor le dio por jugar carreras con otro taxista. ¡Ya os imaginaréis la polvareda que levantábamos o la del otro que nos teníamos que tragar! Aquí me podía tomar literal la canción de Queen: “Another one bites the dust (otro muerde el polvo)”.

A lo largo del camino era habitual ver autobuses y vehículos propios varados con alguna rueda pinchada. No es de extrañarse con este camino. Pero lo que más me sorprendió es la solidaridad que os contaba hace rato en terrenos tan inhóspitos. Mientras circulábamos por la carretera, otro taxista se aproximó y le pidió un cigarrillo a nuestro conductor. Nuestro conductor amablemente se lo dio sacando su brazo por su ventanilla, mientras que el otro taxista se acercaba peligrosamente al nuestro, para que la pasajera (una extranjera) lograra tomar el cigarrillo y se lo pasara. A juzgar por la cara de preocupación que ponía la chica, ya os imaginaréis qué tan cerca teníamos que estar moviéndonos paralelamente para que ella pudiera tomar el cigarrillo.

A cambio, nuestro taxista le pidió agua al otro conductor. Así que, así es, nos volvimos a aproximar para que esta vez la extranjera le pudiera pasar a nuestro conductor una botella con agua. En fin, si no hay gestos solidarios en estos lugares, difícilmente se sobrevive.

Después de 9 largas horas llegamos a Khiva. Le pagamos al conductor, aunque luego él nos pidió más dinero. Hemos estado en varios países donde tienes que regatear. Y por lo general después de todo el ritual, y una vez acordado un precio, es ese precio y ya está. Pero en Uzbekistán no necesariamente. Notamos que muchas veces puedes acordar un precio, y ya un vez que te dan el artículo o llegas a tu destino, buscan sacarte más dinero otra vez y vuelve a comenzar la historia. Tú sé firme y siéntete seguro, pero sin nunca perder la cortesía. Paga lo que se había acordado y ya está.

El taxista nos dejó en frente de las murallas que protegían a la antigua Khiva. Lo primero que llama la atención son sus numerosas tumbas que tiene. Estas tumbas no están sobre el suelo al pie de la muralla. No, están EN la muralla.

En la siguiente foto, hasta la derecha del todo, podrás ver que se aprecian 4 tumbas.

Murallas de Itchan Kala, en Khiva, con 4 tumbas sobre ellas

Un uzbeko nos comentó que estas tumbas tenían un carácter defensivo. ¿Cómo? Porque los khivanos calcularon que el enemigo no sería capaz de luchar y demoler murallas donde hubiera gente religiosamente enterrada. ¿Funcionaría esta táctica? No lo sabemos; lo que sí sabemos es que algunas tumbas se encuentran vacías, y así lo han estado siempre, simplemente se colocaron para engañar al enemigo.

En frente de estas murallas estaba nuestro hotel, el Isakjon & Umidabonu (998623759283, princessumida@gmail.com). La habitación doble nos costó 20 dólares y es una habitación bastante amplia, limpia, con baño propio, aire acondicionado y su propia nevera. Eso sí, te recomendamos que pidas que tu habitación esté en el piso bajo, porque aparentemente los cuartos que están en pisos superiores son más pequeños.

En la azotea, el hotel cuenta con un pequeño restaurante que tiene buenas vistas hacia las murallas de Khiva, y el hotel es llevado por una familia bastante amable.

Minarete Kalta Minor

La noche había caído ya, y con ella Khiva queda a oscuras. Hacía un calor infernal, pero decidimos dar una primera vuelta por el Ichan Kala. No tengo las habilidades para describir el mágico momento de caminar por estas antiguas calles que prácticamente se han mantenido intactas durante siglos. Por aquí han pasado miles de caravanas, mercaderes, soldados, viajeros y peregrinos; ideas, productos, religiones y creencias. Y muy probablemente ellas y ellos verían Ichan Kala como nosotros la vemos ahora mismo. Incluso, no hay alumbrado público que estropée el momento; por encima de los tejados, los minaretes y las cúpulas de palacios y mausoleos son iluminados por las estrellas del desierto. Lo único que interrumpía este momento eran los pasos y voces de las pocas personas que paseaban por la noche, para después desvanecerse y volver a quedarnos a solas.

La antigua ciudad de Khiva en el desierto con sus minaretes y mausoleos

Minarete de la mezquita Juma bajo las estrellas, como muy probablemente ha sido visto por generaciones desde su construcción en el siglo X



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