Día 6: Vardzia y Akhaltsikhe, entre monasterios y fortalezas
Podemos imaginarnos al rey Giorgi III buscando afanosamente entre los túneles cavados a su pequeña y joven sobrina, la futura reina Tamara. “¿Dónde estás?” Preguntaría el tío. “Ak var dzia” (“aquí estoy”) contestaría la niña. La leyenda marca este suceso como el origen del nombre actual que lleva este monasterio de piedra: Vardzia.
Se dice que este lugar comenzó a ser excavado por el rey Giorgi III con objetivos militares entre 1184 y 1186, pero sería su nieta Tamara quien ampliaría las cámaras y lo convertiría en un monasterio.
En esta época Georgia se encontraba en su cúspide en cuanto al arte, ciencia y literatura se refiere. La reina Tamara fue la soberana más poderosa que Georgia haya conocido jamás, y para su época contemporánea (siglo XII) era muy raro que existieran mujeres gobernantes.
También, en esta época Georgia (y el resto de Europa) se veían amenazadas por las hordas mongolas. Es por esto que Tamara decidió construir esta ciudad-monasterio entre cavernas talladas pensando que así la gente estaría a salvo en caso de un ataque.
Y la verdad es que funcionó, pues este lugar jamás fue conquistado por los mongoles. No obstante, contra la madre naturaleza nadie puede, y un fuerte temblor en 1283 acabó con más de dos terceras partes de todo el complejo.
Lo que quedó de este monasterio-ciudad después del terremoto siguió siendo habitado, hasta que en 1551 el ejército persa lo saqueó y asesinó a todos los monjes. El lugar quedaría abandonado durante siglos hasta la disolución de la Unión Soviética, cuando unos monjes quisieron volver habitar estas cuevas. Hoy en día son 5 los que viven aquí.
Tiempo ha cuando aquí llegaron a vivir hasta 50.000 personas distribuidas en sus 2.000 habitaciones talladas en la montaña.
Hoy en día son tan solo algunas decenas de habitaciones que podemos visitar.
En sus años de mayor esplendor este monasterio contaba con 13 iglesias y 25 bodegas para el vino (todavía en algunas habitaciones se pueden apreciar agujeros en el suelo para colocar los jarros).
De estas iglesias hoy en día podemos ver la Iglesia de la Asunción con unos impresionantes frescos del siglo XII, que se reconoce fácilmente por su doble arcada.
Hasta aquí había llegado mi recorrido por el monasterio de Vardzia. Ahora era momento de regresar a Akhaltsikhe.
Las marshrutkas que salen de regreso a Akhaltsikhe se toman en frente de la entrada al monasterio de Vardzia. Tienes que estar pendiente porque solamente hay dos que salen al día: a las 13 hrs y 15 hrs. Y salen una vez que están llenas, así que asegúrate de alcanzar lugar. El recorrido a Akhaltsikhe cuesta 5 GEL - 1,85 €.
Akhaltsikhe es una pequeña ciudad fundada en el siglo IX por Guaram Mampal, hijo del rey Tao, según nos cuentan las crónicas georgianas. El principal atractivo de esta ciudad es su fortaleza, llamada Rabati (“lugar fortificado” en árabe). Los orígenes de esta fortaleza son inciertos, aunque está bien documentado que la familia Djakeli construyó en este mismo lugar su fortaleza real en el siglo XIII. Lo que es curioso es que esta familia llamó a su fortaleza “Akhaltsikhe”, que significa “nueva fortaleza”. Por eso hace pensar que anteriormente ya existía otra más antigua. Del nombre que puso esta familia a su fortaleza es de donde sale el nombre de la actual ciudad.
La fortaleza Rabati sería el hogar de los Djakeli durante 300 años. Esta fortaleza ha sido destruida y reconstruida por diferentes ejércitos de distintas culturas y religiones durante sus largos siglos de historia. Esto hace que sus 7 hectáreas de intramuros sea un interesante collage arquitectónico tal como lo atestiguan su mezquita, sinagoga e iglesia que están por dentro.
En 1393 la imponente fortaleza fue destruida por Tamerlán y su ejército.
La fortaleza fue reconstruida aunque 100 años más tarde, en 1486, llegaron los mongoles al mando de Khan Jakub y volvieron a arrasar con la fortaleza y la ciudad.
En 1578 el pueblo de Akhaltsikhe fue conquistado por el Imperio Otomano y con ello la fortaleza. La fortaleza estaría bajo manos turcas durante casi 300 años y es aquí donde le pondrían el nombre de “Rabati”. Durante este tiempo los otomanos dejarían su huella musulmana dentro de la fortaleza, tal como lo atestigua su mezquita (1752), su minarete y algunos jardines.
La mezquita, llamada Akhmedie, fue mandada construir por Ahmad Pasha Jakeli en el siglo XVIII. Esta iglesia fue construida sobre una antigua iglesia ortodoxa, y según se cuenta, un architecto georgiano decidió hacerla al estilo de Aya Sophia en Estambul. Por este atrevimiento fue sentenciado a muerte.
En 1828 la guerra turco-rusa estalla y tras una feroz batalla las tropas rusas y georgianas logran arrebatarle a los turcos la fortaleza Rabati. Esta fortaleza nunca más volverá a estar bajo manos musulmanas hasta nuestros días. Es en esta época cuando se construye una iglesia en el interior.
Tiempo después, ya entrado el siglo XX, la fortaleza Rabati, junto con todo el pueblo de Akhalsikhe, quedarían prácticamente abandonados. ¿El motivo? Las relaciones entre la Unión Soviética y Turquía estaban bajo mínimos, situación que provocó el cierre de fronteras y que por tanto este pequeño pueblo, en el extremo sur del vasto territorio soviético, quedara olvidado. No fue hasta la disolución de ésta última y la reapertura de fronteras, que trajo consigo la vida otra vez al pueblo y con ello la restauración de Rabati.
Hoy en día entrar a Rabati (7 GEL – 2,50 €) puede ser un agradable paseo por distintas épocas. La fortaleza es tan grande que si quieres ver todos sus rincones con calma, puedes considerar al menos un par de horas. La fortaleza está dividida en 2 partes. La parte inferior es gratis y ahí encontrarás negocios, cafés, algún restaurante y un hotel, mientras que en la parte superior tendrás que pagar los 2,50 € y podrás ver la mezquita Akhmediye, una iglesia ortodoxa, el castillo Djakeli y un museo de historia.
Te recomendamos que subas a sus torres ya que te ofrecen unas panorámicas increíbles.
Con esto terminaría mi largo día así que era momento para regresarme al hostal, buscarme después una buena copa de chacha y dormirme para el día siguiente.